Delante de su gente, llegó el viajero. El aspecto desaliñado y sucio mostraba las penurias del regreso al hogar. La maleta lo material, la risa nerviosa lo aprendido. Finalmente las cicatrices ocultas, bajo piel y ropa, lo sufrido en la inexperiencia y la huida del confort.
Los miro a todos, su gente, conjuntamente uno a uno. El abrazo fue tan solemne y esperado, que ni el silencio se atrevió a romper el momento. En un baño de miradas y sonrisas de aprecio, tod@s se extrañaron, así se impregnaba la danza del cueropo y los reencuentros. El viajero capturo el momento, con el siguiente discurso:
“NO hay nada como volver y ver que todo sigue extrañamente igual y distinto. Por lo visto aquí siguen saliendo el sol y la luna cada día; lo cual me deja más tranquilo. No ha sido mucho tiempo ni me he ido a otro planeta; lo sé. Pero han habido muchos momentos duros sin los míos… En el imperio de la ausencia vuestra presencia se volviió tantas veces una pura necesidad: incompatible con el momento pues es la quintaesencia de la distancia.
Un placer volver al hogar y compartir ratos con mi gente. Creo que nunca sabremos si ganaremos o perderemos ese tiempo juntos; sinceramente NO considero que el reloj se detenga a preguntarnos; ni el mercado reclame dichas inversiones. Así que a nosotros a lo nuestro.
Vamos a llenar la desaparición con recuerdos que merezcan la pena. O al menos intentarlo… A saber, que es lo que nos queda. No perdamos ni un segundo más, que empiece el REENCUENTRO.”
Y nadie supo, ni el mismisimo Poeta-Viajero si esas palabras respondían a un decreto preparado y a la razón trabajando en armonía…. O más bien la eterna y efímera vibración de la improvisación; al estar su corazón jugando con las cuerdas vocales y la voz. Un secreto más para el viejo viajero el Tiempo: pues yo soy el aventurero inexorable por excelencia.
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