Una vez más me adentraba en la senda del perdón. Aquel camino transitado mil y dos veces, solo hay un caso al que nunca pude rebajar una condena: yo mismo. Un verdugo que pelea por poder rebajar esta pena. Más mi castigo es irreductible; pues se trata del mayo delito: haber negado mi existencia y la del resto en infinitud de veces.
Aunque la vida vida es fina, como la cuerda que ata las distintas almas, y llevó puliendo la última hacha tanto tiempo; en el fondo creo que nunca me atraveré a cortarla del todo. Mientras simplemente me clavo solo la punta para sentirme vivo y muerto a la vez.
Pese a que convivo con la no existencia, por respeto a su arresto intento vivir. Hoy se acerca mi último encargo, la eterna asignatura pendiente de mi vida: yo mismo. El último y relegado relevo en mi trayectoria. El primer confidente y el último en enterarse del todo y la nada que soy.
Solo yo hilvano mis anhelos, secretos y penitencias. Aquel que teje más abajo de mi piel y me consolida como ser. Más allá de mis enseres, huidiza, se cobija mi alma. Amalgamada en recuerdos y la danza de los tiempos. Me trae el presente del pasado, otrora ese regalo da paso a un futuro incierto y ambivalente. Mientras huye entre mis dedos con la presteza del momento.
Mi crimen y castigo: vivir hasta encontrarme con la existencia. Con lo bueno y con lo malo, con lo vivo y con lo mortal, con lo natural y con lo extraño… Mi mayor bendición y mi mayor maldición, ambas paralelas así es la vida antes de mi último encargo: yo mismo.
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